jueves, 9 de junio de 2011

"Las Iluciones de los Patojos"

“Las Ilusiones de los Patojos”
Paseando por la sexta avenida, cuando se iba a sextear, se veía a los patojos soñando tras las vitrinas de los almacenes…Fantaseando con los juguetes, que una y otra vez veían, en los anuncios comerciales de televisión. Pero que pasaban a ser artículos prohibitivos debido a su precio, más ellos sin ha ...cer ningún despreció, zampaban la carrera y se iban a jugar….

La madre de Carlos Alberto al ver lo ilusionado que era con los juguetes, pensaba: -Si así es con los juguetes, como ira a ser este cuando crezca, re ilusionado con las patojas, que con la primera chorreada que encuentre se va a quedar. –No, replicaba la abuela _Porque los que sueñan con los ojos abiertos, no se desbarrancan porque están viendo a donde van.

En los setentas tener televisión era un lujo, que no todos podían costear, la trasmisión y los receptores era en blanco y negro, se contaban con solo tres canales que transmitían durante el día, empezando por lo regular a eso de las 9 de la mañana y cerrando programación a eso de las 11 de la noche. Los programas se veían por turnos, después de las tareas y colaborar en las cosas de la casa, los patojos se salían a jugar o se ponían a ver sus caricaturas o las series que estaban en moda en aquel tiempo: “El Planeta de los Simios”(The Planeth of The Apes), “El Hombre Nuclear” (The Six Million Dollar Man), Las Aventuras del Viejo Oeste con Johny West, El Zorro y en fin. Luego venia el turno de las mamas y las abuelitas con sus novelas y al llegar los papas, las series de televisión y películas que usualmente transmitía el canal 3(El Supercanal).

Para los patojos de aquel tiempo, las corcho latas de las gaseosas o aguas y los trocitos de madera eran sus “legos” con los que armaban y desarmaban todo aquello que les dictaba su imaginación. No faltaban los que se iban al barranco a conseguir arcilla de la buena y con piezas de alambre formaban los juguetes que con su presupuesto no podía comprar y luego lo ponían a hornear en la estufa. Llegar a tener una autentica pelota de futbol numero 5 era de muchos la mayor ilusión, pero lo mismo eran felices corriendo tras una pelota plástica, que de vez en vez iba a parar al tejado de la señora amargada de la cuadra, que no permitía su recuperación, mas no por eso se acababa el juego, pues cambiaban a cualquier otra cosa y al día siguiente se les miraba haciendo “el ajustón” para comprar otra.

Los patojos recibían usualmente regalos, para navidad y su cumpleaños, los cuales aun que raras veces respondían a sus expectativas, si lo hacían a sus necesidades. Quizás crecieron desenado cosas, pero nunca les faltaron amigos, ni la imaginación para hacer de cualquier ocasión la mayor de sus aventuras.
Oxwell L’bu

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