domingo, 30 de diciembre de 2018

“Cada primero de enero”

"Cada primero de enero"
Cada quien tienes sus costumbres y rituales de fin de año, todos nos hacemos propósitos y nos planteamos metas, para las cuales muchas veces, no es suficiente el entusiasmo.

Comíamos doce uvas, hechabamos un huevo en un vaso se agua para ver que figura formaba y según la que fuera, era un anunció previsorio de lo que podíamos esperar el año por llegar, algunos usaban ropa interior de determinado color, otros tenían su primera experiencia de amor o su primera borrachera.

Pero invariablemente de lo que se hiciera, el primero de enero, se buscaba cuales eran las películas en cartelera, para ir con los amigos de la cuadra, o era la primera salida con la novia de manita sudada.

Las salas de cine en el centro de la ciudad, se miraban abarrotadas, ir a sextear era parte de esa odisea de recorrer las calles en medio de esa marea de gente buscando entretencion y un poco de emoción. Las mejores películas eran las que se estrenaban cada primero de enero, cuando no existían los VHS, muchos menos los DVD s y menos nexflix y la única forma de ver las películas era ir a una sala de cine. Pero aquello tenía su encanto, no era sólo ver la película era compartir con los amigos o poder besar a la novia quizás con cientos de testigos a ciegas...

A mi atrofiada memoria vienen películas como: Star Wars la cual marcó la niñez  de una generación, Somewhere on time la cual intente ver, cuando el tiempo no importaba y no era un limitante en mi jornada; los  Ghostbusters,  Indiana Jones entre otras.
Lo cierto es que en aquellos años, ir al cine era mas que una costumbre, pues tenía sus encantos.
Oxwell L'but copyright 2017

sábado, 29 de diciembre de 2018

“Desde la cúpula”

“Desde la cúpula”
Así grande, impetuosa pero en el suelo, mordiendo el polvo, sin que se vislumbrara el día en que iba a subir...

Así permaneció la cúpula en el suelo, por algunos meses y no faltaba quien cuestionara al padre Antonio, el cómo iban a subir aquella cúpula a la base previamente construida en lo alto de aquel templo que lentamente iba adquiriendo su apariencia.

Allí en el suelo, algunos patojos la agarraron de resbaladero y no faltó quién se quisiera meter dentro de ella cuando jugaban al escondite, ella como una estrella aterrizará en el suelo, estrella que se desprendió del cielo.

Su color original era azul celeste, pues el padre Antonio quería que fuera como un pedazo de cielo que se a posado en el altar mayor. Su construcción era toda de meta, las bases habían sido traídas y fue ensamblada en el lote baldío, que luego pasó a ser el parqueo y después el colegio parroquial.

Llego el día en que la cúpula con grúas se hizo subir, toda una faena donde el padre Antonio estuvo presente, como si fuera un maestro de obra dirigiendo la obra. Fue a finales del año, unos días antes que terminara 1981 en que por fin la cúpula por primera vez se vio en las alturas del templo.

El padre Antonio muy a su manera lo celebro, con juegos pirotécnicos y haciendo tocar las campanas. Aunque aquella misa de fin de año no se celebró bajo la cúpula por cuestiones de seguridad.

Al llegar el invierno de aquel año, se planteó un nuevo problema, al caer la lluvia, la cúpula servia como resbaladero, esta vez para el agua,  causando un gran caudal, en todas direcciones, el cual inundaba el área. Se plantearon varias soluciones, pero no funsionaron, finalmente se optó por instar vidrios de acrílico cóncavo, para que estos a su vez desaceleran el caudal de agua y lo desviaran en varias direcciones.

En las noches estos vidrios suelen reflejar la luz de las estrellas, causando un efecto en la cúpula, la cual en la distancia se ve como si esta estuviera coronada con un rosario de luces.
Oxwell L’bu copyrights 2018

viernes, 21 de diciembre de 2018

Qué sabes vos...

Que sabes vos...
Que sabes vos, de esas cosas que yo he vivido, de los líos en que me he metido, de reír hasta sentir que te vas a morir...

Y claro que siento nostalgia por ese pasado, que todos los días se acuesta a mi lado y me hace añorar las cosas que viví, déjame contarte.

Al llegar diciembre la mayoría solíamos estar de vacaciones, en la radio sonaban canciones que erizan la piel y uno con tantas ilusiones sin estrenar, todas las noches, cuidando el poste de la esquina, esperaba con impaciencia a la chica que te robaba el sueño y de la que uno tontamente se sentía dueño, porque uno la había visto primero, justo cuando pasó de niña a mujer.

Ah si ese poste de la esquina hablara, es seguro que no podría con tantas emociones y todas esas advocaciones de momentos compartidos con los amigos.

El aroma ponche y a tamal se sentía salir de las casas y se mezclaba con el de la pólvora, por los cielos volaban los canchinflines y tronaban los cohetillos y en todos había una sensación a celebración que se sentía en el corazón.

El 24 la celebración se intensificaba, las puertas de todas las casas estaba habierta y no faltaba quien te invitara a compartir el tamal...Ese día los que podían solían ponerse el extremo de navidad a eso de las seis y salían a chilerear, lo que se acababan de estrenar, pero a veces la presunción duraba poco, pues como si fuera un moco, un canchinflin se pegaba a la ropa, estropeando el estreno y para evitar el enfado de los padres los patojos y muchachos se pasaban el resto de la noche cubriendo la quemada con un suéter si era en la camisa o si era el pantalón ocultándolo como se pudiera.

No faltaban los que se despedían y despedían de la novia una y otra vez, faltando un cuarto para las doce empezaban el ritual de despedida, la novia reteniéndolos y ellos sin quererse ir; pero faltando cinco minutos zampaban la carrera evadiendo los cohetillos y los mentados canchinflines que más de una vez terminaban aterrizando en la ropa.
Oxwell L’bu copyrights 2018