miércoles, 26 de junio de 2019

“Y volví a mi escuela...”

“Y regresé a mi escuela...”
(Escuela Darío González)
Regrese a mi escuela, no sé si por nostálgico, porque deje asignaturas pendientes o porque quise comprarme un boleto al pasado...

Aquel suéter rojo con dos franjas verticales ya no me quedaba y no se si para mi abría un lugar en la banca, lo cierto es que quise volver allí, a mi escuela, donde la ortografía siempre fue un dolor de muela, quise regresar allí, donde conocí a Bandido, donde mi maestra se volvió inolvidable y dónde me sabía de memoria, en que banca cada uno de mis compañeros se sentaban con nombre y apellido.

Me sentí por un momento, aquel niño que, por un momento sintió, que su madre lo abandonó a su suerte(el primer día de clases) solo porque ella quería que yo creciera y aprendiera a volar con mis propias alas.

Volví a mi escuela y ahora pienso que pude haber sido mejor estudiante, sino me hubiera empeñado tantos en los recreos y en irme de capiusa. Lo cierto es que experimente una gran alegría, el verme de nuevo allí, con los fantasmas de mis nostalgia y de mis amigos, que son los que se hacen para toda la vida.
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martes, 25 de junio de 2019

***Las huellas de mi maestra***

***Las huellas de mi maestra***
(Una madre en el aula)
Esas huellas que deja
una maestra, son para
toda la vida
y a su enseñanza
jamás se le da despedida.

Ya que una maestra se
vuelve más que inolvidable,
por su trato honesto y amable,
que moldea la vida.

Ella es como un alfarero,
que mientras gira el
torno de la vida,
con sus manos y paciencia,
va moldeando el carácter
y la conciencia.

Y va dejando huellas
en el producto final,
que siempre se podrán
apreciar, pues hizo su labor,
con amor.

Porque ella es una madre
en el aula, madre que aconseja
e impulsa al alumno,
a enfrentar los desafíos del mundo.
Oxwell L’bu copyrights 2019

***Rosa Ortiz de Morales***

***Rosa Ortiz de Morales***
(Una maestra Inolvidable)

A mi maestra le adeudo,
esa infinita pasiencia,
con la que muchas veces,
mis reveldias disipó ...
Esa luz con que mi camino
iluminó y el amor y vocación
con que a más de una
generación formó.

Ella mujer de gran intelecto,
que hizo algo más transmitir
conocimientos, pues lo suyo
eran lecciones de vida...
Fue ella quien nos enseñó
que el adquirir conocimientos,
no es lo mismo que tener
sabiduría  y que la ignorancia
siempre sale cara.

Fue ella la que lucho
muchas batallas contra
la apatia y despertó
en sus alumnos ese
deseo por aprender. ..
Y como sabía mujer
nos mostró que
el miedo se impone,
más el respeto se gana.

Fue ella quién me vio tropezar,
una y otra vez con la ortografía,
con tacto mis errores me mostro,
más no por eso menosprecio,
mis primeros versos,
pues a capa y espada,
ella los defendió
y decía que eran poesía.

Ella Rosa Ortiz de Morales,
nuestra maestra inolvidable,
un ser humano más que formidable,
siempre nos dio ejemplo,
con ese espíritu indomable;
ella el faro de nuestro puerto,
el norte de la brujula,
pero sobre todo una mujer
llena de ternura y comprensión.
Oxwell L'Bu copyright 2015

lunes, 24 de junio de 2019

Esas cosas que hacían los patojos...

Esas cosas que hacían los patojos...
En aquellos años, uno no buscaba subir peldaños y menos si era a costa de perder amigos... Con suerte había un televisor en blanco y negro, en la sala de la casa, el cual se turnaba para poder ver lo que se quería, no había control remoto y ni falta hacia.

Por lo que los patojos, se gastaban en tiempo libre, jugando, retozando, aplanando calles o haciendo cada ocurrencia. No faltaban los avispados, que siempre le jugaban una broma a los descuidados. Y allí iban los patojos, entre la grama haciendo nudos, poniendo trampas casa bobos, en las cuales por olvido o descuido, algunas veces ellos mismo caían.

Nunca faltaba, quien anduviera correteando y en su descuido, uno de sus pies quedará atrapado y de bruces fuera a besar el suelo o como decían, otro más que muerde el pasto.
Oxwell L’bu copyrights 2019

miércoles, 12 de junio de 2019

“Quién como el lechero”
Quién como el lechero, no hay personaje a quien se le atribuyan más aventuras de alcoba como a el, no hay quien tenga tantos hijos y no los mantiene.

Muy temprano se veía salir a los papás a trabajar, las señoras en camisón los salían a despedir y momentos después, el lechero aparecía, con aquellos botellones de vidrio transportando la leche para los patojos, que si habían con qué, la combinaban con cereal.

Era el mismo ritual día a día, el lechero siempre feliz, hasta que caía sobre él, la callada sospecha, pues si el patojo recién nacido no se parecía al papá, indiscutiblemente la sospecha caía sobre el lechero y así no faltó quien creciera pensando en que su padre era el mentado lechero.

Con los años este típico personaje de los barrios desapareció y como los patojos cada vez son más altos, ahora la sospecha cae sobre los mormones.
Oxwell L’bu copyrights 2019

martes, 4 de junio de 2019

“Vuelvo allí”

“Vuelvo allí...”
Vuelvo allí, porque ese lugar fue más que mi barrio o mi colonia, es el lugar donde se escribió mi historia, ese que es recurrente en mi memoria...Vuelvo allí, porque allí encuentro a los amigos de infancia, esos que fueron cómplices de mis travesuras y más de una vez de alguna desventura.

Cómo pata de chucho, vuelvo a aplanar sus calles y veo que algunos árboles no me olvidaron. Escucho los suspiros de las doncellas en la calle amores, veo esas bellas flores, vestidas con falda de escolares y me invade, mi adolescencia con su demencia y por un momento me siento ese susodicho que por esas calles camino, buscando repasos, siguiéndole los pasos a esa niña de mirada fascinante.

Vuelvo allí y me llama la Virgen de mi niñez, vuelvo a llevarle flores, vuelvo de declararle mis amores en ese templo donde se revela de forma amorosa el Creador.

Vuelvo allí, a sus campos empolvados, donde jugamos hasta agotarnos soñando que éramos la estrella del fútbol del momento y si que fuimos felices, en el intento.

Vuelvo a caminar por sus calles y llegó a mi escuela, esa que ahora parece haber perdido más de una muela, porque el tiempo no perdona y se empeña en borrar los pasos de los niños de más de una generación.  Allí donde aprendí a leer y donde escribí mis primeros versos.

Vuelvo allí, a mi cuadra, a la casita bonita y me basta con cerrar los ojos, para volver a ver a mis amigos y escuchar sus risas y esa prisa por crecer. Escuchar las historias sin final al caer la tarde, los veo corriendo para ver la seria del Zorro en un televisor blanco y negro.

Vuelvo allí, porque allí conocí la alegría de las cosas sencillas, vuelvo allí porque allí me siento en mi hogar...
Oxwell L’bu copyrights 2019