“El cartero de la Colonia I”
Recorriendo la calle amores se veía al cartero, llevando su bolsón de cuero y su cachuca que apenas lo protegía del sol…Fue el cartero de la Colonia por muchos años, porque como usted sabrá, en aquel tiempo un hombre se casaba con su oficio o profesión.
Era el quien llevaba a tiempo o destiempo, las noticias buenas o malas, que contenían esas cartas, que se escribían con la intension de que llegaran a tiempo y si el recado era urgente, se mandaba un telegrama, que llegaba incluso cuando ya se estaba en cama.
Miguel Alejandro, era un chico como todos los del barrio, que creció entre chamuscas y travesuras, esperando a las seis en punto, al frente del televisor que empezará la serie del Zorro.
Pero los patojos crecen y los pantaloncitos cortos al parecer también y un día casi de repente, se les ve trocando sus juegos infantiles, por las locuras de los adolescentes. Aprendiendo a bailar, pretendiendo enamorar y más de uno mareándose con un trago o aprendiendo a fumar.
Los patojos recorrían las calles de la Colonia buscando los fines de semana un repaso o yendo tras una de las flores con faldas escolares y calcetas arremangadas a los tobillos. Pero nadie como el cartero, conocía aquellas calles, así como los nombres y apellidos de quien habitaba cada domicilio.
Los patojos se empezaban a ensayar de poetas y le robaban coplas a las canciones, que ponían junto a los corazones, con que plagaban las cartas que les hacían llegar a la chica que pretendían, por medio de una Celestina.
Fue por esos años, que Miguel Alejandro, por esas cosas del destino, se vio escribiendo cartas, para los enamorados que pretendían a una chica y no encontraban las palabras para expresar sus sentimientos. Que a él le brotaban como sarmientos del viñero de la inspiración.
Fue entonces que comprendió, que una carta puede llevar el color de una flor y el aroma de un sentimiento.
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#Elcartero
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