“Victoria Emelina de Pérez”
38 Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. 39 Esta tenía una hermana que se llamaba María,(A) la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. 40 Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. 41 Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. 42 Pero solo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada. Lucas 38-42
En su servicio a Dios y a la comunidad, hay quienes escogen bien, esa parte que no les será quitada, pero con las manos en el arado han rezado y escuchado la palabra. Doña Victoria fue un vivo ejemplo de la combinación entre Marta y María, porque por un lado no se perdía de la ocasión para orar y escuchar, sin dejar de trabajar con sus manos, para construir aquella comunidad de fe.
Vivía en la Isla y desde allí subía y bajaba a menudo a la parroquia, no para hablar sino para trabajar y ver en que podía ayudar. Desde sus inicios la parroquia ha tenido a mujeres y hombres que se han comprometido con sus acciones y esfuerzos a construir esta comunidad de fe.
Se involucró de lleno con los Cursillos de Cristiandad, así como impartiendo la doctrina, a los niños para que hicieran la primera comunión. Tiempo después, sus esfuerzos se encaminaron al movimiento de Renovación Carismática en la Colonia, con su presencia animaba, pero nunca esperaba, ella siempre estaba, atenta por si faltaba el vino…
Doña Victoria, al igual que otras mujeres, acompañaron al padre Antonio, en ese esfuerzo por construir la iglesia, no solo el templo, sino también las almas. Allí se les veía haciendo comida y vendiéndola en las afueras de la antigua parroquia(hoy salón comunal) para agenciar fondos para la construcción.
Un tiempo después en parte de lo que fuera su vivienda se construyó un pequeño salón en la Isla que servía, para lugar de reunión, también para oración.
Las huellas de doña Victoria siguen allí, no solo en el templo, también en esas largas caminatas desde la isla, como fiel testimonio de su entrega y de su fe.
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