Que sabes vos...
Que sabes vos, de esas cosas que yo he vivido, de los líos en que me he metido, de reír hasta sentir que te vas a morir...
Y claro que siento nostalgia por ese pasado, que todos los días se acuesta a mi lado y me hace añorar las cosas que viví, déjame contarte.
Al llegar diciembre la mayoría solíamos estar de vacaciones, en la radio sonaban canciones que erizan la piel y uno con tantas ilusiones sin estrenar, todas las noches, cuidando el poste de la esquina, esperaba con impaciencia a la chica que te robaba el sueño y de la que uno tontamente se sentía dueño, porque uno la había visto primero, justo cuando pasó de niña a mujer.
Ah si ese poste de la esquina hablara, es seguro que no podría con tantas emociones y todas esas advocaciones de momentos compartidos con los amigos.
El aroma ponche y a tamal se sentía salir de las casas y se mezclaba con el de la pólvora, por los cielos volaban los canchinflines y tronaban los cohetillos y en todos había una sensación a celebración que se sentía en el corazón.
El 24 la celebración se intensificaba, las puertas de todas las casas estaba habierta y no faltaba quien te invitara a compartir el tamal...Ese día los que podían solían ponerse el extremo de navidad a eso de las seis y salían a chilerear, lo que se acababan de estrenar, pero a veces la presunción duraba poco, pues como si fuera un moco, un canchinflin se pegaba a la ropa, estropeando el estreno y para evitar el enfado de los padres los patojos y muchachos se pasaban el resto de la noche cubriendo la quemada con un suéter si era en la camisa o si era el pantalón ocultándolo como se pudiera.
No faltaban los que se despedían y despedían de la novia una y otra vez, faltando un cuarto para las doce empezaban el ritual de despedida, la novia reteniéndolos y ellos sin quererse ir; pero faltando cinco minutos zampaban la carrera evadiendo los cohetillos y los mentados canchinflines que más de una vez terminaban aterrizando en la ropa.
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