martes, 22 de diciembre de 2020

“Las otras posadas”


“Las otras posadas”
Las posadas en Guatemala, más que una tradición, son una vivencia solemne de la fe popular y una manifestación de esa devoción.

Allí se miraba a los patojos, llevando sobre los hombros la pequeña anda, de la Virgen María y San José pidiendo posada, acompañados por los farolitos de papel celofán y el sonido inconfundible de los chinchines, los pitos y la tortuga. También iban allí los que iban rezando, los que iban cantando.

Pero también iban faltaban, los que andaban tras la chica del coro o la niña que con recato y decoro iba del brazo de la mamá. Tampoco faltaban los que llevaban, la botellita del octavo de venado(agua ardiente) bajo el brazo, para ponerle de piquete al ponche.

Ellos eran los que esperaban con impaciencia, que acabara el ritual de la posada, los que rezaba, para que la doñita del Rosario, lo rezara como si estuviera cantando lotería y se se podía, que se comiera las letanías...Para darle inicio a la fiesta.

Y allí andaban los muchachos tras de las chicas, que de otra forma no había chance de hacerse a ellas, los que fuman con el pretexto de encender los cohetes y los canchinflines, los que se echaban sus primeros tragos de licor con el sabor del ponche, los que solo querían bailar, pues su vida era salir a vacilar.

No, no era que fueran los malos de la película o las ovejas negras del rebaño, eran los que escribían esas memorias de antaño, año con año.
Oxwell L’bu copyrights 2020
#posadasenguatemala


 

Que sabes vos...

 


Que sabes vos...
Que sabes vos, de esas cosas que yo he vivido, de los líos en que me he metido, de reír hasta sentir que te vas a morir...

Y claro que siento nostalgia por ese pasado, que todos los días se acuesta a mi lado y me hace añorar las cosas que viví, déjame contarte.

Al llegar diciembre la mayoría solíamos estar de vacaciones, en la radio sonaban canciones que erizan la piel y uno con tantas ilusiones sin estrenar, todas las noches, cuidando el poste de la esquina, esperaba con impaciencia a la chica que te robaba el sueño y de la que uno tontamente se sentía dueño, porque uno la había visto primero, justo cuando pasó de niña a mujer.

Ah si ese poste de la esquina hablara, es seguro que no podría con tantas emociones y todas esas advocaciones de momentos compartidos con los amigos.

El aroma ponche y a tamal se sentía salir de las casas y se mezclaba con el de la pólvora, por los cielos volaban los canchinflines y tronaban los cohetillos y en todos había una sensación a celebración que se sentía en el corazón.

El 24 la celebración se intensificaba, las puertas de todas las casas estaba habierta y no faltaba quien te invitara a compartir el tamal...Ese día los que podían solían ponerse el extremo de navidad a eso de las seis y salían a chilerear, lo que se acababan de estrenar, pero a veces la presunción duraba poco, pues como si fuera un moco, un canchinflin se pegaba a la ropa, estropeando el estreno y para evitar el enfado de los padres los patojos y muchachos se pasaban el resto de la noche cubriendo la quemada con un suéter si era en la camisa o si era el pantalón ocultándolo como se pudiera.

No faltaban los que se despedían y despedían de la novia una y otra vez, faltando un cuarto para las doce empezaban el ritual de despedida, la novia reteniéndolos y ellos sin quererse ir; pero faltando cinco minutos zampaban la carrera evadiendo los cohetillos y los mentados canchinflines que más de una vez terminaban aterrizando en la ropa.
Oxwell L’bu copyrights 2018


lunes, 21 de diciembre de 2020

“Que no se pierda ese espíritu de compartir...”


Que no se pierda ese espíritu de compartir...
No son los regalos, no son los estrenos,
ni la comida, ni la pirotécnica, todo eso 
es nada, si se pierde el espíritu de compartir,
que es el espíritu de la navidad.

Porqué con el tiempo, uno olvida los regalos
recibidos, pero no los momentos compartidos;
uno olvida que estrenó, pero no a quien abrazó,
la memoria pocas veces registra que exactamente
que se comió, pero mantiene permanentemente,
la imagen de quien se sentó, en lo que hoy 
es una silla vacía.

Que ese espíritu de compartir, no se pierda,
que la tecnología no nos robe la algarabía de compartir,
que el celular no nos robe las memorias que
pertenecen al corazón...
Que el individualismo, no nos lleve al egoísmo,
porque eso nos meterá en el túnel de la soledad.

Ojalá mantengamos esas bellas tradiciones
y costumbres que hoy son nuestras más anheladas
memorias...
Oxwell L’bu copyrights 2020
Foto:Mtz Matz Sagastume
#Colonia1dejulio
#Coloniaprimerodejulio


 

martes, 15 de diciembre de 2020

“Ala, que me diga que si...”


 “Ala, que me diga que si...”

Cuando recuerdo los repasos o fiestas de barrio, un cúmulo de recuerdos viene a mi mente y veo a ese adolescente en sus primeros tanes de hombre, ganándole a la cobardía y hoy daría esta vida mía, para volverlos a vivir...


Cuando se acercaba la navidad, había en el ambiente un aire de felicidad, ese popurrí de aromas se dejaba sentir y el corazón empezaba a latir con fuerza, cuando la miraba pasar, así orgullosa y caprichosa, era la doncella más bella del barrio, un verdadero monumento de mujer.


Y en esa ambiente festivo, no faltaban, los llamados repasos, que no eran otra cosa, que fiestecitas improvisadas, que se hacían con cualquier pretexto con tal de bailar. Algunos se la pasaban ensayando sus pasos en soledad y cuando no había nadie en casa; otros atalayando la radio y esperando que el locutor se durmiera o descuidara para que no diera la señal y así ir poniendo en el cassette las canciones de moda.


Y allí se miraba a los patojos parados, mirando a las muchachas sentadas, sin atreverse a sacarlas a bailar, por el temor a un no y la segura burla de los amigos. Las chicas por su parte esperando a que el susodicho se animara y la sacara a bailar.


Y  así se pasaba melodía tras melodía, hasta que, veía que había alguien más mirándola y así envalentonado iba disparado a sacarla a bailar, antes que el otro se adelantara y me quedara, sólo, mirándola...Mis amigos organizaban las apuestas y yo iba por dentro rezando: Has que me diga que si, porque si me dice que no, no solo quedaré en ridiculo, sino, que ya no sabré, con qué excusa abordarla.


Y así empezaron muchas historias y no bastarían un libro para contener tantas historias...

Oxwell L’bu copyrights 2020

#Fistasdebarrio

domingo, 13 de diciembre de 2020

“El chirivisco”


“El chirivisco”
Sale barranco, decían los patojos, cuando llegaba, diciembre con frío  rico y ese ambiente de celebración, así como de esas bellas tradiciones,para los patojos era el período de vacaciones.

Los juegos en los callejones, ir a vitrinear a la sexta, ver los programas especiales navideños, la decoración de las calles, así como de las casas, pero sobre todo ese ambiente familiar con el que se compartía en la. cuadra, eran parte de la época navideña.

El chirivisco, era cotizado en dicha época; un arbusto seco, con frutos espinosos, era requerido, tanto el 7 de diciembre día de la llamada “Quema del diablo” así como para los días de navidad. Pues tan noble arbusto ardía flamantemente, para la mentada quema y se lucia como arbolito de navidad.

Los patojos se iban a barranquear, so pretexto de que iban por el chirivisco, Ir por el era una eventura, aunque nunca se regresaba ileso, pues siempre dejaba sus marcas sobre la piel.

Se solía pintar de plateado o dorado, se le adornaba con las esferas navideñas, así como frutos de la época, se le ponía bricho brillante, así como el llamado pelo de ángel y por supuesto sus lucirás de color.

El chirivisco era un invitado inflatable, en la época navideña y de el bien se puede escribir toda una reseña.
Oxwell L’bu copyrights 2019


 

lunes, 7 de diciembre de 2020

“Sentimientos en los fogarones”

“Sentimientos en los fogarones”
Caía la tarde, en aquella víspera del llamado “Día clásico”  día en se celebra a la Inmaculada; los fagarones, estaban por arder, casi todos los de la cuadra reunidos, en aquel convite informal.

Justo al dar las seis, los fogarones se encendían y en el ardían, entre tantas cosas, el chirivisco que los patojos días antes, habían ido a traer a los barrancos y lo ponían a secar al sol, sobre los techos. 

Yo la vi caminar, sigilosa como un gato rumbo al fogaron, llevando una caja de cartón, de esas donde suelen venir los zapatos, que previamente, había sido, delicadamente decorada, con listones y una moña de regalo, forrada con tela y al frente un corazón de pana.  Al sentir el fuerte calor que emanaba ellas llamas, se detuvo y con un aire ceremonial, desató la moña y una a una fue arrojando, aquellas cartas, que seguramente, eran las cartas de un amor fallido.

Y mientras eran consumidas por el fuego, de los bellos ojos de aquella doncella brotaban, quizás sus primeras lágrimas de tristeza por aquella primera ilusión que había tocado su corazón.

Los demás reían y cantaban, ella lloraba, pero nadie lo notaba; yo me quise acercar, pero preferí contemplar, sin juzgar. Ella se dio cuenta, que la observaba y con una mirada suplicante, sentí que me pidió que guardara silencio y de alguna forma me hice su cómplice. Entre sollozos, ella suspiraba, cuando alguien se acercó y le pregunto, si lloraba, ella respondió que no, que solo era el humo en sus ojos, pero yo sabía que sus lágrimas eran una expresión de su corazón...
Oxwell L’bu copyrights 2020
#Quemadeldiablo

#Quemadelosfogarones 

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