Esas Cositas Y Juegos De Mi Infancia”
Crecimos sin ese afán de tener el último video juego de moda…Sin todas esas cosas que consumen tiempo sin dar mayor felicidad y a decir verdad no nos hicieron falta para vivir una niñez a la que más de una vez se quisiera regresar.
Rodillas en tierra, con los pies empolvados sonorizas por do quier, disputando torneos, donde los cincos eran los trofeos, apetecidos por los patojos…Aquellos juegos tan sencillos pero llenos de ese encanto..., donde la imaginación, aceleraba el corazón…Nos llenaba de pasión correr detrás de un balón, nos llenaba de alegría, la compañía de nuestros cómplices de juego.
Me toco crecer, con esa generación, donde el juguete más extraordinario, que uno podía poseer, era una pelota, no por su valor monetario, sino porque era el juguete que a diario, convocaba a los amigos del barrio. No tuvimos juguetes sofisticados, es verdad, no navegamos por el internet, más bien jugamos en las calles, no textiamos. Sino persona a persona, nos carcajeamos, reímos y lloramos, no nos preocupaba compartir fotos en tiempo real, sino realmente divertirnos.
Nuestra pantalla de juego eran los callejones donde crecimos, laberintos de felicidad, donde todos nos conocíamos y nuestro control remoto eran esas ganas de jugar. En nuestro baúl de los recuerdos no hay juguetes sofisticados y onerosos, solo cosas sencillas como un trompo, unos cincos, un puñado de carteritas de fósforos, una pelota hecha con medias viejas de mama, unos hules, un capirucho, un yoyo, una navaja oxidada, un balón plástico, pero sobre todo nuestra inocencia, mesclada con esa felicidad, a veces tan difícil de encontrar.
Oxwell L’bu Copyright ©2013
Crecimos sin ese afán de tener el último video juego de moda…Sin todas esas cosas que consumen tiempo sin dar mayor felicidad y a decir verdad no nos hicieron falta para vivir una niñez a la que más de una vez se quisiera regresar.
Rodillas en tierra, con los pies empolvados sonorizas por do quier, disputando torneos, donde los cincos eran los trofeos, apetecidos por los patojos…Aquellos juegos tan sencillos pero llenos de ese encanto..., donde la imaginación, aceleraba el corazón…Nos llenaba de pasión correr detrás de un balón, nos llenaba de alegría, la compañía de nuestros cómplices de juego.
Me toco crecer, con esa generación, donde el juguete más extraordinario, que uno podía poseer, era una pelota, no por su valor monetario, sino porque era el juguete que a diario, convocaba a los amigos del barrio. No tuvimos juguetes sofisticados, es verdad, no navegamos por el internet, más bien jugamos en las calles, no textiamos. Sino persona a persona, nos carcajeamos, reímos y lloramos, no nos preocupaba compartir fotos en tiempo real, sino realmente divertirnos.
Nuestra pantalla de juego eran los callejones donde crecimos, laberintos de felicidad, donde todos nos conocíamos y nuestro control remoto eran esas ganas de jugar. En nuestro baúl de los recuerdos no hay juguetes sofisticados y onerosos, solo cosas sencillas como un trompo, unos cincos, un puñado de carteritas de fósforos, una pelota hecha con medias viejas de mama, unos hules, un capirucho, un yoyo, una navaja oxidada, un balón plástico, pero sobre todo nuestra inocencia, mesclada con esa felicidad, a veces tan difícil de encontrar.
Oxwell L’bu Copyright ©2013
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