“Así amanecían las calles...”
Luego de la quemazón de cohetes al dar las doce en navidad y año nuevo las calles amanecían con las huellas de aquellas celebraciones....
Eran los patojos, que como roedores, se levantaban muy temprano, para ir a recoger los cohetes, que no lograron reventar. Y allí se miraba a los patojos, con su bolsita recorriendo las calles de la colonia, buscando entre los desperdicios que quedaban de la quemazón de las doce.
Como hormigas recorrían calle por calle, callejón por callejón, con esa alegría en su corazón. Algunas mamás se levantaban muy temprano también a limpiar el frente de su casa y un poco más y más de alguna le decía a los patojos: -En vez de andar aplanado calles, pónganse a limpiar. A lo que los patojos solían replicar: -Eso estamos haciendo, somos especialistas en recoger explosivos y entonces salían corriendo.
Al llegar de nuevo a sus casas, tenían en sus manos las huellas de su pecado, pues las llevaban grises y además de manchas en el rostro y la ropa, recién estrenada. No faltaba quien no se escapara de la regañada, pero después del desayuno, salían nuevamente a la calles, para quemar y disfrutar de su botín, con el cual tomaban latas y las llenaban con los cohetes, para luego hacerlas explotar o se ponían a jugar de guerritas con cañoncitos improvisados, con un tubo. Aquello también era parte de una tradición, de la que quizás nadie a escrito, pero que tienes coplas que se llevan más que en la memoria, en el corazón.
Oxwell L’bu copyrights 2019
Luego de la quemazón de cohetes al dar las doce en navidad y año nuevo las calles amanecían con las huellas de aquellas celebraciones....
Eran los patojos, que como roedores, se levantaban muy temprano, para ir a recoger los cohetes, que no lograron reventar. Y allí se miraba a los patojos, con su bolsita recorriendo las calles de la colonia, buscando entre los desperdicios que quedaban de la quemazón de las doce.
Como hormigas recorrían calle por calle, callejón por callejón, con esa alegría en su corazón. Algunas mamás se levantaban muy temprano también a limpiar el frente de su casa y un poco más y más de alguna le decía a los patojos: -En vez de andar aplanado calles, pónganse a limpiar. A lo que los patojos solían replicar: -Eso estamos haciendo, somos especialistas en recoger explosivos y entonces salían corriendo.
Al llegar de nuevo a sus casas, tenían en sus manos las huellas de su pecado, pues las llevaban grises y además de manchas en el rostro y la ropa, recién estrenada. No faltaba quien no se escapara de la regañada, pero después del desayuno, salían nuevamente a la calles, para quemar y disfrutar de su botín, con el cual tomaban latas y las llenaban con los cohetes, para luego hacerlas explotar o se ponían a jugar de guerritas con cañoncitos improvisados, con un tubo. Aquello también era parte de una tradición, de la que quizás nadie a escrito, pero que tienes coplas que se llevan más que en la memoria, en el corazón.
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