***Las Empanadas en la Tienda****
Forraditas como naranjitas guiñándole
el ojo a los patojos que de todo quieren
y más cuando es un exquisito manjar.
...La mama los envía a la tienda pero antes
de llegar el mandado suelen olvidar,
porque el paladar los suele engañar.
Todo se les antoja y con su escaso
presupuesto se ponen a pelear,
contando los últimos centavos
que les quedan empiezan a ajustar.
Pero nunca ajustan porque los antojos
les desajustan un presupuesto que
nunca consiguen cuadrar…
Para olvidar se van a chamusquear,
corriendo detrás de una pelota,
como si fuera el campeonato mundial.
Pero luego les viene el hambre y los
antojos otra vez…
Menos mal que allí viene la abuela,
que no se deja sobornar…
Pero siempre sede cuando de empanadas
se trata…
Y es que son tan sabrosas que solo de
imaginarlas a la abuela sele empiezan
a antojar…
Se le hace ¡Agua el paladar! Cuando
empieza imaginar las empanadas
con café… Así que ella pone la
jarrilla en la hornilla y manda a
los patojos a comprar.
Pero por muchas que compre
¡Nunca van a alcanzar! Por esa
hambre voraz de los patojos,
no hay bocado que lo logre calmar
Y menos si cuando van por las empanadas,
en el camino las empiezan de mordisquear,
pero es que la verdad quien puede contra
el paladar…
Oxwell L’bu
Forraditas como naranjitas guiñándole
el ojo a los patojos que de todo quieren
y más cuando es un exquisito manjar.
...La mama los envía a la tienda pero antes
de llegar el mandado suelen olvidar,
porque el paladar los suele engañar.
Todo se les antoja y con su escaso
presupuesto se ponen a pelear,
contando los últimos centavos
que les quedan empiezan a ajustar.
Pero nunca ajustan porque los antojos
les desajustan un presupuesto que
nunca consiguen cuadrar…
Para olvidar se van a chamusquear,
corriendo detrás de una pelota,
como si fuera el campeonato mundial.
Pero luego les viene el hambre y los
antojos otra vez…
Menos mal que allí viene la abuela,
que no se deja sobornar…
Pero siempre sede cuando de empanadas
se trata…
Y es que son tan sabrosas que solo de
imaginarlas a la abuela sele empiezan
a antojar…
Se le hace ¡Agua el paladar! Cuando
empieza imaginar las empanadas
con café… Así que ella pone la
jarrilla en la hornilla y manda a
los patojos a comprar.
Pero por muchas que compre
¡Nunca van a alcanzar! Por esa
hambre voraz de los patojos,
no hay bocado que lo logre calmar
Y menos si cuando van por las empanadas,
en el camino las empiezan de mordisquear,
pero es que la verdad quien puede contra
el paladar…
Oxwell L’bu
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