miércoles, 16 de febrero de 2011

"De Manita Sudada III..."



“De Manita Sudada…”


(Tercera Parte)

Entre un mundo de gente, camina adolecente, buscando una identidad que le es esquiva, realidad que de vez en vez emerge difusa que lo reta a ser creador o critico, de un mundo que le cierra las puerta, para que se cuele por la ventana…

Miguel Alejandro, luego de dejarla en su portal, caminaba de regreso a casa, repitiendo como si fuera un rezo su nombre, en una letanía interminable de frases, de palabras que le hacían evocarla; aquellas calles que hasta ayer no le decían nada, hoy eran tierra sagrada, donde ilegibles estaban las huella de su niña enamorada…Como nunca sentía el aroma de las flores de los jardines de aquellas casitas todas iguales, donde los matorrales de buganvilias parecían celebrar con el…En la esquina de siempre, aguardaban por él, Estuardo y Héctor, con un cumulo de preguntas y en el rostro ese sonrisa picara y cómplice de los amigos con quienes se comparten las travesuras. Fue Estuardo el primero en preguntar: -¡Puchica vos! estaba bonita la patoja y que onda, ¿Es ahora tu novia? –No. Se apresuro a responder. Héctor comento; -No me digas que no te pusiste las pilas vos, la guisa (muchacha) esta chula vos. –Si mucha, pero ella no es como todas… -¿Y le sacaste el 21? Pregunto Estuardo. –No mucha, ya les dije que ella es diferente, apenas nos conocimos y a las flores hay que regarlas. – ¿Vos y como se llama? –Se llama Maribel. Este bonito el nombre, replico Héctor. Luego de bromear y hacer más preguntas indiscretas, se despidieron. Aquella noche sin que nadie, lo notara en su casa, Miguel Alejandro, se subió al tejado, llevando consigo a su gato, un pequeño radio a transistores para escuchar música y una sabana. Se tendió donde pudo, deseando con toda el alma, el haber causado en Maribel, la misma impresión que ella había causado en él, le apretaba tan fuerte el corazón y le hacía repetir su nombre y recitar aquellas palabras: Hoy un ángel a sobornado al destino, se cruzo en mi camino, haciendo al corazón estremecer y descubrí cuanta belleza pueden reflejar unos ojos de mujer…Y así pensando en ella se quedo dormido.

Fue a partir de aquel día, que instituyo aquel ritual: se apresuraba para hacer la tarea y las cosas de casa, luego al dar las cuatro, con ahincó lustraba sus zapatos, se limpiaba una y otra vez los dientes, se bañaba, se enlocionaba, para luego salir a verla. Compartían cosas sencillas, pláticas amenas, un paseo por las calles de la colonia, a ella le gustaba jugar de adivinanzas y hablar de música… Un par de horas, luego se despedían y al regresar a casa, allí estaban sus amigos en la esquina de siempre esperándole, animándole, queriendo saber que tanto aquel día había avanzado…Sabiendo que los consejos no estaban de mas el entusiasmado los escuchaba, ya que cada palabra que se refería a ella, era como un leño que mantenía la hoguera…

Seguía escribiendo las cartas, como un asalariado de Cupido, luego se ponía a hacerle aquellas bellas y elaboradas tarjetitas, en papel calco para Maribel las cuales pintaba en colores pastel…Pero a la hora de buscar, una forma de camuflaje, sus sentimientos con frases que lo dijeran sin decirlo, las palabras simple y sencillamente, se le escurrían de las manos, como peces en el rio. Pensó una y otra vez, en declararle sus sentimientos, pero cuando tomaba valor, alguien llegaba, o la llamaban, o se quedaba balbuceando palabras que al final no le salían. Se preguntaba una y otra vez, porque le era tan complicado escribirle o decirle sus sentimientos y a la vez esa facilidad para enamorar con las palabras a las novias ajenas…

Un finalmente, todo se confabulo, para regalarle aquel momento, no supo, ni cómo ni cuándo, pero a quemarropa le lanzo la pregunta: ¿Quieres ser mi novia? A lo cual Maribel sin decir sí, ni no, respondió de forma esquiva. El muchacho lo interpreto, como un NO caritativo, ahora de aquel león al que no le cabía el corazón, solo quedaba un gatito cautivo y como un fugitivo, luego de despedirse se marcho. Estuardo y Héctor, lo esperaban donde siempre, el los vio y siguió de largo, por un momento pensaron en seguirlo y preguntar, pero era evidente, que su vuelo, era el vuelo de un pájaro herido…

Un par de días después, pudieron hablar con él y sin mayores detalles, ellos comprendieron, lo que había sucedido, pero convencido de que todo en la vida, merece otra oportunidad, Estuardo le dijo: No te sientas así, ella no te dijo que no, eso quiere decir… Eso quiere decir, que no quiso lastimarme. Replico Miguel Alejandro. –No vos, eso quiere decir, que al igual que vos, ella no sabe cómo reaccionar, vos mismo decís que no ha tenido novio. Bueno entonces, escribile una carta, de esas bien chileras, como las que escribís vos, explicándole tus sentimientos y diciéndole que si te confundiste, eso no significa que no puedan ser amigos. Esa misma noche, se puso escribir aquella carta sin remitente, que entregaría personalmente.

Al día siguiente, renovó aquel ritual y al dar las cinco, se fue a verla. A la distancia vio, que alguien miraba por la ventana, luego se escondió, toco el timbre, pero no abrió ella, si no la hermana. –Hola que tal, disculpa esta tu hermana. – No fíjate, que la vino a traer un muchacho y se fue con el…Miguel Alejandro sintió, que el mundo se desplomaba delante de él…Luego la hermana soltó, la carcajada y le dijo: -No son cuentos, ahorita viene, se está poniendo chula para ti…El ya no supo que decir. Momentos después ella salió, lo tomo de la mano y se fueron a caminar por las calles de la colonia. Ella le pregunto, que porque dejo de llegar de repente, que si le había sucedido algo en fin, el le dijo que no se había sentido bien (No le podía decir que porque no había llamado, pues por ese tiempo, muy pocas casa en la Colonia contaban con servicio telefónico). Regresaron a la casa de ella y antes de despedirse, el saco la carta y se la entrego, ella lo vio con un dejo de tristeza, tomo la carta y se dispuso a entrar, pero se regreso y en un momento mágico, acerco su boca a la de él, incrustándole uno de sus dientes en el labio inferior y así sellaron el inicio de aquel gran amor. Un amor que buscaba momentos a solas para robar un beso, besos con sabor a menta, donde una caricia desataba una tormenta de hormonas alborotadas… Manos que cuando se encontraban la ocasión para encontrarse temblaban de emoción y estaban sudando…

Oxwell L’bu

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