miércoles, 19 de mayo de 2021

***Si esas calles pudieran hablar***

***Si esas calles pudieran hablar***
Como quien va siguiendo sus propias huellas,
hoy e vuelto a pasar, por esas calles;
calles que fueron mis campos de juego,
en aquella entrañable infancia.

Hoy he vuelto a recorrer, aquellos caminos de ayer,
de mi hermosa adolescencia y le he seguido los
pasos a aquella chiquilla, que cuando me veía,
de mi se escondía.

Hoy más que caminar, he vuelto a vivir,
aquellos momentos tan hermosos de mi juventud;
a lo lejos escuché los ecos de aquella música,
con la que bailamos, con la que soñamos,
si, también esas canciones con las que nos enamoramos.

Si, hoy volví a ese lugar mágico y encantador
y por un momento el tiempo fue mi amigo, mi cómplice, mi testigo y se confabuló con mis
nostalgias y me traslado por un instante a 
aquellos días.

Y volví a sentir el aroma de las flores
que se confundía con los olores navideños;
volví a ver a mis amigos, mis entrañables amigos,
con sus pantaloncitos cortos, jugando, retozando,
yendo presurosos a la escuela.

Los vi crecer, jugando a ser grandes; algunos ahogándose, con el humo de un cigarrillo,
cuando intentaban aprender a fumar;
otros desubicados cuando se tomaron 
su primer trago y a otros con ese brillo 
en la mirada que pone en los ojos 
el primer amor.

Si esas calles pudieran hablar, podrían contar,
más de mil historias, porque en esas calles están 
escritas nuestras memorias...
Allí se quedó parte de nuestra vida,
esa a la que nunca se le puede dar despedida.
Oxwell L’bu copyrights 2021
#callesdemibarrio



miércoles, 12 de mayo de 2021

“Escuela Adrián Inés Chávez”


  “Escuela profesor Adrián Inés Chávez”

(La tercera escuela en la Colonia)

Aquel lote, contiguo a los campos de fútbol, tenía una grama verde, que nadie cuidaba, pero ni los juegos interminables de los chicos, la erosionaban. Era un resbaladero natural, ideal para volar barriletes en noviembre y para jugar con barquitos de papel en los meses de lluvia, no solo por los riachuelos que se formaban, sino porque allí estaba una inmensa alcantarilla, donde se decía, que a más de un niño, se tragó, pero siempre llegó alguien y lo rescato.


La excelencia de los centros educativos, con los que contaba la Colonia, estaba fuera de discusión, pues dicha fama se la habían ganado a puro pulmón. La Darío González, La primera de Julio y el instituto, atraían a estudiantes incluso de las colonias aledañas, con la Santa Marta, La Florida, Montserrat y otras. Por lo cual, junto al crecimiento de la población de la colonia, hacían insuficientes las aulas. Por lo que a finales de los setentas, en aquel campo de recreo se empieza a construir la nueva escuela.


Inicia a funcionar a principios de los ochentas y se le da el nombre del insigne profesor Adrián Inés Chávez. De quien hay mucho que decir, por los aportes en educación y cultura que dio al país. Fue el primer indígena que obtuvo el título de Maestro de Educación Primaria Urbana, era originario del departamento de Totonicapán. Escribió el libro El Pop Wuj también llamado Libro de Acontecimientos o Poema Mito-Histórico Ki-che’. basado en el Popol Vuj; a él  se debe la Invención de un alfabeto complementario para escribir las lenguas indígenas. También Publicó varias obras didácticas, entre las que destacan: Anatomía del habla, Fisiología del habla y Método k’iche’ en fin fue toda una vida dedicada a la enseñanza y cultura, que con justa razón, este establecimiento lleva su nombre.


Por sus aulas, tras más de cuatro décadas, se han educado varias generaciones de niños, que hoy son abogados, médicos, ingenieros y en general ciudadanos que contribuyen con su esfuerzo y trabajo al engrandecimiento del país.


En síntesis podemos decir, que aunque la Colonia perdió un tanto de área verde, ganó un campo donde se cultiva el conocimiento y la educación.

Oxwell L’bu copyrights 2021

#EscuelaAdrianInesChavez

“Ese suéter rojo”


 “Ese suéter rojo”

En esos años, en la Colonia, habían dos escuelas, la Darío González(en jornadas matutinas y vespertina) y la Primero de Julio, que por las tardes se llama Francisco Marroquín, la Adrián Inés Chavez era aún un campo de juego.


La alegría de la patojada jugando y retozando, se interrumpida por la escuela. Y allí se veía a los niños por las calles de la colonia, caminando presurosos rumbo a la escuela, unos atravesando los campos polvorosos de fútbol y otros rumbo a la loma. Todos vestidos en blanco y azul, que eran los colores típicos de las escuelas públicas en Guatemala.


Eran los años setentas, con todo el colorido de la moda hippie y esa música reflexiva sonando en las radios, tanto en inglés como en español, los jóvenes usando sus pantalones acampanados, a veces exagerados, de cintura baja y las playeras plagadas de leyendas o con dibujos con un Paz y amor. Fue por esos años en que un grupo de maestras de la escuela Darío González, deciden darle un toque diferente, al típico uniforme, usado por las chicas y los chicos y se ponen a crear un suéter, que fuera distintivos, aún en la distancia, para poder reconoces a los que estudiaban en la Darío en medio de aquel enjambre de niños recorriendo las calles y callejones de la colonia.


Fue así que crearon, el suéter rojo, con dos líneas  líneas verticales blancas, flanqueadas por dos líneas delgadas azules a cada lado. El pantalón o falda siguieron siento azules y la camisa blanca, pero el suéter sería desde aquellos días el distintivo por excelencia de los estudiantes de la Darío.


Pero cabe preguntase, el porqué se escogió, el color rojo. El color rojo activa la mente, por lo que puede aprovecharse la proyección de energía como elemento motivador y las franjas, azul y blanco, son una evocación a la bandera. Lo cierto es que la combinación resultó ser muy atractiva y distintiva del establecimiento. 

Oxwell L’bu copyrights 2021

#EscuelaDarioGonzalez

sábado, 8 de mayo de 2021

“Ese reino en el que yo vivía”



 “Ese reino en el que yo vivía”

Como ráfagas de viento, son mis memorias, que llegan como un huracán, que me arrebata del presente y pone mi corazón y mente, en esa lugar, donde ese niño quisiera estar...


Porque aquel fue el reino en el que transcurrieron mis años de infancia, de adolescencia y juventud.  Sabrá que era como un campo inmenso de recreó, donde a toda hora habían niños jugando, cantando, contando historias hasta que llegaba la hora de dormir. Las casa eran todas iguales, no había nada que presumir, nada que nos dividiera, porque incluso el patio de atrás de las casa estaba unido, así como el jardín del frente. Habían tantas áreas verdes, las cuales poco a poco fueron cediendo su lugar, para la construcción del centro de salud, de las escuelas, del instituto y actualmente a estacionamientos e incluso casas que rompen con mucho, el diseño de las primeras viviendas.


Estábamos rodeados por un océano de vegetación verde, verde, verde en todos sus matices; los barrancos eran los lugares perfectos para nuestras aventuras y travesuras; los campos de fútbol eran, extensiones de terracería, donde se colocaron las porterías y donde una caída, causaba cada raspón de los cuales aún tengo cicatrices.


El cielo siempre azul, a excepción  de cuando llovía, en esos días en que los zompopos de Mayo salían de sus guaridas y las luciérnagas como forajidas iluminaban las noches.  


Aquello era un reino de alegría, no porque todo se tuviera, sino porque se disfrutaba lo que se tenía. Los días de escuela  era una perfecta ocasión  para hacer nuevos amigos y de vez en vez irse de capiusa. Es que crecimos en una anarquía, no porque fuera un lugar de relajo y del demonio, sino porque la autoridad la ejercían nuestros padres y a ella nos sometíamos sin discusión, pero no había, ni policía, es más la colonia en sus inicios no llegaba ni a iglesia.


Aquello fue nuestro pequeño reino, tan cerca y tan lejos del centro de la capital, era como un lugar perdido en medio de la espesura de las montañas.

Oxwell L’bu copyrights 2021

Foto: Elder Camher

#Coloniaprimerodejulio