“Así empezaba, diciembre en la colonia”
Ser parte de una cuadra, era pertenecer a una familia...
Ya desde hacía más de un mes, las clases habían concluido y las calles ahora eran, un perpetuo parque de recreo, donde los patojos no se cansaban de jugar, las chicas de coquetear y los muchachos de conquistar. El frío se empezaba a sentir, el ambiente de la navidad, estaba a la puerta.
Siempre había un vecino chispudo, que organizaba a los patojos y a los jóvenes, a fin de limpiar, pintar y adornar la cuadra, para las fiestas de fin de año, en las que nunca faltaba el vecino que te invitara a un tamal, el que te diera una taza de ponche con piquete y los que tapizaban las aceras con cohetes.
Se solía hacer una colecta, se calculaban los gastos y se dividían por casa, con el propósito de que todos aportaran de forma equitativa. Nunca faltaban quienes en verdad no podían o daban una parte y unos poco, que no eran partícipes, Pero como fuera las cuadras para diciembre, estaban adornadas con flequillos de iban de casa a casa, las aceras limpias y pintadas y para las meras fechas, el pino, cuyo aroma se mezclaba con el de la pólvora, los tamales y el ponche, aquel popurrí de aromas eran inconfundible no solo de la navidad, sino también de ese espíritu de compartímiento.
Oxwell L’bu copyrights 2019
Foto: Matz Sagastume
Ser parte de una cuadra, era pertenecer a una familia...
Ya desde hacía más de un mes, las clases habían concluido y las calles ahora eran, un perpetuo parque de recreo, donde los patojos no se cansaban de jugar, las chicas de coquetear y los muchachos de conquistar. El frío se empezaba a sentir, el ambiente de la navidad, estaba a la puerta.
Siempre había un vecino chispudo, que organizaba a los patojos y a los jóvenes, a fin de limpiar, pintar y adornar la cuadra, para las fiestas de fin de año, en las que nunca faltaba el vecino que te invitara a un tamal, el que te diera una taza de ponche con piquete y los que tapizaban las aceras con cohetes.
Se solía hacer una colecta, se calculaban los gastos y se dividían por casa, con el propósito de que todos aportaran de forma equitativa. Nunca faltaban quienes en verdad no podían o daban una parte y unos poco, que no eran partícipes, Pero como fuera las cuadras para diciembre, estaban adornadas con flequillos de iban de casa a casa, las aceras limpias y pintadas y para las meras fechas, el pino, cuyo aroma se mezclaba con el de la pólvora, los tamales y el ponche, aquel popurrí de aromas eran inconfundible no solo de la navidad, sino también de ese espíritu de compartímiento.
Oxwell L’bu copyrights 2019
Foto: Matz Sagastume