domingo, 26 de diciembre de 2010

"Aquellas Navidades en mi Barrio"

“Aquellas Navidades en mi Barrio”


(Reseñas de Guatemala)

En aquel barrio feliz, de calles sencillas y casitas todas iguales, Navidad no era un día, pues se extendía durante todo el mes… No eran los regalos o las fiestas las que la hacían memorables cada Navidad, era ese espíritu de pertenecer, a una “Gran Familia” donde la alegría se celebraban en común y las penas y tristezas se compartían, todos conocían a sus vecinos, nadie se miraba como extraño, pues tenían y compartían ese pedacito de cielo…

Cada día era de celebración, por la amistad, por las cosas sencillas que vuelven cada momento inolvidable…Los patojos jugando por las calles, los muchachos tirando racimos de flores con sus palabras a las chicas que caminaban por las calles, otros pintando las fachadas de las casas, las mamas preparando el ponche y los tamales, la pierna, el lomo relleno y todo aquello que le da ese sabor a la “Navidad Chapina” que se añora en la distancia.

En las calles se sentían en una mescla deliciosas, los aromas del pino, la manzanilla y el incienso, en los jardines repletos de flores, cual si fueran niñas sonreían las pascuas, alguno que otro canchinflín revoloteaba silbando al aire la alegría de los patojos. Unas semanas antes de la noche buena, en las cuadras empezaba la colecta de casa en casa, para comprar el pino y los adornos para decorar la cuadra; también se empezaba a organizar los diferentes “Repasos” o fiestas de Navidad y de fin de año, que se hacían en las principales calles de la Colonia.

La semana de la navidad, casi todas las calles se vestían de fiesta, con flecos de colores que colgaban por sus calles y que cuando los tocaba el viento parecían estar bailando, las aceras de las calles pintadas con motivos navideños que solían durar algunos mese s, hasta que llegaban las lluvias y los iban lavando.


Llegado el 24 de diciembre, las casas parecían transpirar los aromas de la “Navidad Chapina”, los patojos pasa que pasa en la cocina, metiendo los dedos en la masa de los tamales o robándose los pedacitos de fruta para el ponche y allí estaban las mamas, sacándolos de la cocina. Las chicas probándose una y otra vez el estreno de navidad y ensayando su mejor sonrisa frente al espejo, mientras por la cornisa se les resbalaba la coquetería…Los muchachos ensayando sus además y pasos de baile o conversando en las esquinas, los papas aprovechando el descanso, para reconocer la casa de donde muchas veces eran los grandes ausentes por ese exceso de trabajo, al que los sometían sus obligaciones, pues esta vida con sus contradicciones ,les consumía el tiempo trabajando para darle a los suyos lo que ellos no tuvieron.


Para eso de las seis de la tarde todos se peleaban para ser los primeros en bañarse y luego estrenarse la ropa nueva, las mamas se plantaban en la cocina para no dejarlos entrar, pues deberían de esperar hasta el momento de la cena, los cohetillos se dejaban escuchar, esos aromas dejaban en el paladar un sabor que nunca en la vida se habría de olvidar…

Las calles se empezaban a cerrar, en la “Isla” y Octava avenida se preparaba la disco rodante Black Machine, en la 5 avenida y 18 Happy Disco, en la 20 bajando hacia el mercado Caribean Disco, y en otras calles y avenidas Music Power, total era que a lo largo y ancho de la Colonia la música vibraba en las calles y en los corazones, con canciones que marcaban una época y que con el tiempo embriagaban las memorias con nostalgias.

Aquella noche no faltaba quien despidiéndose (momentáneamente, pues se volverían a ver en poco más de una hora) de la novia, le dieran las doce de la noche, para luego salir volando entre cohetillos y canchinflines para estar en casa y dar el abrazo a la familia. Y como olvidar al padre Antonia Travadelo y sus misas de gallo, que te forzaban a estar hasta 5 minutos antes de las doce en la iglesia, pues como él decía: -No hay mejor lugar para celebrar que en la casa del “Nino Rey”.

Al dar las doce entre abrazos efusivos, aquel tronar de cohetillos, de mas, de media hora, la veladora y el incienso frente al nacimiento elevando una oración, para luego ir de casa en casa regalando abrazos y comiendo un poquito, para luego llegar a casa casi lleno, los patojos destapando sus regalitos, los papas mirándolos llenos de alegría y esperanza, los abuelos recordando con añoranza… Y en una mescla de aromas, sabores, colores y ese calor de la gente, era sentir como el amor de Dios se ha volcado en las calles en noche buena.

En la cena de navidad, no faltaban los brindis mesclados con las oraciones, los cantos, las canciones y un cumulo de emociones, que hacían que aquellos aromas y sabores se vuelvan inolvidables y marquen la vida. Pero una vez acabada la cena, los patojos se ponían a jugar y a quemar sus cohetillos, los muchachos de vuelta con la novia, las muchachas ensayando sus sonrisas y la música dispuesta para todos los invitados o no a la fiesta. En aquella noche que todos deseaban que fuera eterna, nacían nuevos amores, crecían nuevas esperanzas y las alegrías eran rosarios compartidos de todos aquellos años vividos.


Al día siguiente, que era mañana de desvelados, los patojos salían desde temprano con una bolsa en mano, en busca de los cohetillos que no habían reventado, para luego armar sus guerritas de cohetillos y canchinflines, donde más de alguno pagaba el precio, por ver con desprecio el poder de la pólvora… Los mayores despertaban un poco más tarde a repetir lo de la cena y alguno que otro muchacho preguntándose si lo vivido la noche anterior, no sería un sueño. No faltaban los repasos del día de navidad en la casa de algún vecino.


Aquellas navidades del barrio, se hicieron inolvidables, NO por el exceso y abundancia, si no por ese espíritu de compartir…Se quedaron impregnadas en el alma, por el aroma de esos recuerdos que son recurrentes cuando te recuerdas y te parece que fue ayer.

Oxwell L’bu
Fotos: Matz Sagas

lunes, 20 de diciembre de 2010

***Postal Navideña***

 ***Postal Navideña***


Han pasados tantos años
y tu presencia sigue latente,
aquí en mi alma y en mi mente.

Voy por las calles dejando que
los aromas de navidad impregnen
mi alma y me llenen de esa inspiración
que emociona al corazón…

Pero tu recuerdo es algo que no
consigo arrancar de mí…
Ya lo he flagelando imaginándote
feliz del brazo de otro…

Y ¡Como duele!
Y se desgarra mi alma solo de imaginarlo,
le he pedido mil treguas al recuerdo,
pero este sea enraizado en mi corazón,
cual si fiera hiedra…

Veo las lucecitas de color que en la
obscuridad de la noche brillan
como si fueran estrellas…
Pero aquí en mi corazón hay una
obscuridad que solo puede iluminarla
la luz de tu presencia.

Cada diciembre trae a mi mente
esa postal donde te veo acurrucadita
a mi pecho en los días de frio invierno.

Postal donde la felicidad reina
y tú con ella…
Postal que contiene los días
más felices de mi historia.

Postal que no se ha desdibujado
en mi memoria…
Porque aun que estas ausente
de alguna forma tú sigues presente.

Presente…
En cada canción que escucho,
en cada sonrisa que comparto,
en cada aroma, en cada sabor.

Pues dejaste en mi boca
el sello de tu presencia
y ese licor que me embriaga
de ti…

Quisiera dejarte en el olvido,
pero el tiempo me ha demostrado,
que ese no es un lugar para ti.

Que en el epilogo de mi historia
tu vivirás presente hasta que
este corazón deje de latir…

Oxwell L'bu

jueves, 16 de diciembre de 2010

"Posadas Guatemaltecas"

“Posadas Guatemaltecas”


Hablar de posadas, es más que hablar, de religión, tradiciones y costumbres, es de alguna forma remontarnos de una parte de nuestra historia y de lo que habla de alguna forma de nuestra identidad. Sus orígenes se enmarcan en una de las ciudades más bellas del mundo, la de “Santiago de los Caballeros de Guatemala” hoy Antigua Guatemala.

Fue por aquellas calles de piedra, donde el hermano Pedro de San José de Betancourt introdujo, aquella costumbre de origen español, en el anochecer de un adviento de aire templado, con las calles iluminadas por farolitos, que colgaban del techo de las casas…Aquello era una pequeña peregrinación, que recorría las principales calles de “La ciudad de Piedra” llevando en una pequeña anda, las imágenes de María y José, como una remembranza del recorrido de la “Sagrada Familia” de Galilea a Belén.

El tiempo transcurrió, mas sin embargo aquella tradición permaneció y se traslado también a la nueva capital de Guatemala, en el Valle de la Hermita. Y así esta costumbre se fue enraizando en nuestra cultura, generaciones tras generaciones han vivido el colorido y aromas de las posadas guatemaltecas.

Y así de barrio en barrio, de casa en casa se vive esa tradición en las calles de todo el país, desde Puerto Barrios a Escuintla, del Peten a Xela, de Sololá a las Verapases y Esquipulas…Cada región del país tiene sus particularidades de vivir este tiempo de adviento, así como las posadas, dada la riqueza cultural, lingüística, así como de los micro climas que se manifiestan en cada región.

En La Colonia, esta costumbre vino, junto a los primeros que llegaron a vivir, a aquella península incrustada en la metrópoli capitalina; las posadas inician año tras año en el adviento, del 15 al 24 de diciembre, mas los preparativos y organización, se hace con semanas de antelación, tanto los patojos, los jóvenes y los adultos les entusiasma esta celebración.

En aquellos años, tanto el Padre Antonia y los diferentes grupos y hermandades, se reunían para organizar las posadas, así como también el grupo 51 de los scouts de Guatemala, que tenía su sede en la única casa, que esta justo en la esquina de la 5 Ave. Y 15 calle (donde ahora, hay una tienda). El grupo 51 con su tropa de scouts, su grupo de Lobatos y Muchachas Guías, era uno de los grupos más grandes de la ciudad capital en aquellos años y por lo mismo contaban con el material humano, para realizar las posadas en grande, a lo largo y ancho de la Colonia. Y así se les miraba, en el mes de noviembre colectando periódicos viejos, para luego venderlos y así agenciarse del dinero necesario, que siempre suponen este tipo de celebración. Elaboraban con sus manos los farolitos de madera que forraban con papel celofán de color rojo y colocaban en medio una candela, armaban el anda y la decoraban bellamente y luego ponían las imágenes de San José y María, se hacían de los chinchines, los pitos y las caparazones de tortuga con que acompañaban, el recorrido del anda por las calles de la Colonia, con el tradicional conjunto de sonidos, hasta la puerta de entrada, donde sería recibida la posada. Aquello era una fiesta para los patojos, cantando villancicos en el recorrido, quemando cuetillos y a la distancia sintiendo el aroma de los tamales y del ponche de frutas. En el trayecto otros más se iban uniendo, pues todos eran bienvenidos, pues como decimos en buen chapín, “Si llegan más colados, se le echa agua al caldo”.

Al llegar a la casa que recibía la posada, a lo largo de la cuadra se quemaban cuetillos y todos salían de sus casas para unirse a la posada, el aroma de la pólvora se confundía con el de los tamales y el ponche…Y así daban inicio, aquel ritual, entre cantos y rezos:



Afuera:'

En nombre del cielo

Os pido posada

Pues no puede andar

Mi esposa amanda Adentro:

Aquí no es mesón

Sigan adelante

Yo no puedo abrir

No sea

Afuera:

No sea inhumano

Tenganos caridad

Que el Rey de los cielos

se lo premiará Adentro:

Ya se pueden ir

Y no molestar

Porque si me enfado

Os voy a apalear

Afuera:

Venimos rendidos

Desde Nazaret

Yo soy carpintero

De nombre José Adentro:

No me importa el nombre

Déjenme dormir

Porque ya les digo

Que no hemos de abrir

Afuera:

Posada te pide

Amado casero

Por sólo una noche

La reina del cielo Adentro:

Pues si es una reina

Quien lo solicita

¿Cómo es que de noche

anda tan solita?

Afuera:

Mi esposa es María

Es reina del cielo

Y madre va a ser

Del divino verbo Adentro:

¿Eres tú José?

¿Tu esposa es María?

Entren peregrinos

No los conocía

Afuera:

Dios pague, señores

Vuestra caridad

Y que os colme el cielo

De felicidad Adentro:

Dichosa la casa

Que alberga este día

A la virgen pura

La hermosa María



Luego los dueños de la casa, abrían la puerta, dejando entrar a “todos los invitados”, se rezaba la novena, para que después los patojos y grandes quebraran la piñata, sirviendo los tamales y el ponche. Más de una vez la muchachada aprovechaba para poner música y armas la parranda. Todo aquello es parte del colorido y sabor de la “Navidad Chapina”

Cabe destacar, que tiempo después las posadas han ido viendo cambios, en cuanto a lo forma en que se realiza, no así en su esencia, por ejemplo se empezó a montar el anda en un carro, el cual era seguido por una caravana de vehículos, los cuales bocinaban, tocaban los pitos, chinchines y la tortuga desde los carros…

Oxwell L’bu

***Evocaciones Navideñas***


***Evocaciones Navideñas***

Navidad de fantasía…
No fueron los juguetes recibidos
los que te hacen inolvidable,
fueron esos juegos compartidos,
con aquellos que como yo,
más de una vez nos quedamos
soñando tras la vitrina del almacén.

Navidad de fiesta…
No fueron los convivios o reuniones,
los que dejaron huellas…
Fueron esos momentos compartidos
con aquellos que hasta hoy puedo
llamar amigos.

Navidad de ilusiones…
Te evocan las canciones
que traen bailando bellas memorias,
aquellas bellas historias del primer amor
y el aroma de la hermosa doncella
que nos dejaba soñando despiertos.

Navidad de romance…
Fue el regalo de su presencia
y su esencia de mujer,
la que la volvió inolvidable.

Navidad de familia…
Fue el nido que dejamos por
correr tras un sueño,
que era el mismo que dejamos…

Navidad recurrente…
Esa que te pone a buscar
lo que dejaste ayer,
cuando te vez reflejado en tu hijo.

Navidad de nostalgias…
Cuando la distancia y el tiempo,
le ganan la carrera a tus recuerdos.

Navidad que trasciende…
Cuando dejas de afanarte
por lo que no tienes y comprendes
que el espíritu de esta fecha,
no está en los adornos y regalos,
si no en aquel que hemos dejado al olvido…
Que es quien le da sentido… Jesús de Belén.



Oxwell L'bu

viernes, 10 de diciembre de 2010

"Vamos a Sextear"

Vamos a sextear”


(Una Pequeña Reseña)

Como la Quinta avenida para Nueva York o la avenida Michigan para Chicago, toda ciudad tiene esa calle importante, que se vuelve emblemática de por diferentes circunstancias…Así para la “Tacita de Plata” la ciudad de Guatemala, la sexta avenida o “La Calle Real” (como se le llamo, antes de cambiar la nomenclatura de las calles a números, para hacer más fácil el encontrar una dirección) ha sido por muchos años, una de las avenidas más importantes de la ciudad, por ella pasan año tras año, desfiles y conmemoraciones chapinas como lo son el desfile bufo de “La Huelga de Dolores” de los estudiantes de la Universidad de San Carlos de Guatemala, los principales Cortejos procesionales durante la Semana Santa, el desfile del 15 de septiembre en honor a la independencia del país.

Nadie sabe con certeza desde cuando, se acuño, el término “Vamos a sextear” que hace referencia, simple y sencillamente al hecho de dar un paseo por la sexta avenida de la zona 1 de la capital, hoy Centro Histórico. Lo cierto es que, en los años ochenta la patojada, los muchachos y los adultos lo decían como cosa común. Para principios de esa década los llamados centros comerciales, se podían contar con una mano en el país, más bien los almacenes más prestigiosos se desplegaban a lo largo de la sexta avenida, al igual que las salas de cine, que también las había en otras zonas de a capital y en el mismo centro de la ciudad.

Para los que Vivian cerca del centro de la ciudad, era un paseo recurrente, mas para aquellos que vivían “lejos”, constituía un paseo que con ansias se esperaba, principalmente los fines de semana. El “Anillo Periférico” el express way chapín, recién inaugurado por uno de los hombres más visionarios con que ha contado el país, el Lic. Manuel Colon Argueta (alcalde capitalino) estaba reservado, para el tráfico vehicular de particulares, no así para el transporte público, que continuaba utilizando las arterias principales de la capital, como la Calle San Juan, la calzada Roosevelt, la avenida Bolívar, la calle Martí, entre otras para llegar al centro de la ciudad.

Para los vecinos de la colonia, aquel viaje se hacía largo y tedioso, a pesar de contar con tres de las empresas de transporte público más grandes de la ciudad (por el número de unidades de transporte), que cubrían la ruta de la colonia al centro y otros puntos de la capital; posteriormente se sumaron los microbuses o ruleteros (transporte que nace luego del terremoto de 1974), pero las rutas eran largas y con mucho tráfico, principalmente en las horas pico. Pese a eso, los fines de semana, los patojos rogaban a los papas para que los llevaran a vitrinar (Ir a ver las vitrinas donde se exhibía la mercancía), principalmente a la Juguetería, que mostraba en sus vitrinas, lo último en juguetes, de los personajes que veían en la televisión o en una película de Hollywood. El gusto de los patojos era ver, pues para muchos de los padres los precios les resultaban prohibitivos…

Los muchachos por su parte, hacían sus ahorros, para ir a sextear, no solo por vitrinar, sino también para ver a las muchachas que trabajaban en los almacenes de moda. Y lo tediosos del camino, lo animaban contando chistes o chiflándole y piropeando a las muchachas que iban por las calles…

Ya por aquel tiempo la empresa EGA consiguió el permiso de la municipalidad, para abrir una nueva ruta que iba de la Colonia al parque central tomando como ruta el Anillo Periférico. Aquello supuso un gran avance, en cuanto al acercamiento, de la Colonia al centro de la ciudad, pues un viaje que antes duraba hasta 2 horas, ahora se realizaba en 30 minutos. Aparte de eso, los choferes que laboraban en dicha empresa (en su mayoría hombres jóvenes) dieron por instalar potentes equipos de audio en las unidades, lo cual para los jóvenes hacia el viaje más ameno, pues iban escuchando su música favorita, a través de las frecuencias de las emisoras de Radio Corporación Nacional, con sus emisoras FM 95 y FM Globo y otras estaciones como Doble SS Radio 560.


El paseo daba inicio en el parque Central, pasando por El Portal del Comercio, al nomas entrar se veían los rótulos publicitario de: la farmacia Klee(que más bien era una perfumería), La Juguetería de Chicos y grandes la alegría… También se veía el cine Sexta Avenida (que a eso de las seis de la tarde estaba abarrotado por hombres haciendo cola, pues exhibían películas para adultos), un poco más adelante se encontraban los cines Lux y luego el punto de reunión de la muchachada, el Centro Capítol, con sus salas de cine, boutiques y salas de juegos electrónicos en el sótano, las cuales eran la mayor novedad de principios de aquella década, ya que las maquinas de juego como el Atari eran productos prohibitivos para las grandes mayorías y otras consolas de videojuegos como Nintendo, Play Station aun no existían en el mercado. Dicho paseo continuaba por frete al Palacio de la Policía Nacional, el cine Tikal y solía finalizar en la 18 calle, justo donde se encuentra la Iglesia El Calvario.


La arquitectura de algunas de las edificaciones, el hecho de que solo una ruta de buses recorría, dicha avenida (la ruta 1), sus luces y vitrinas vistosas y decoradas y por supuesto la oportunidad de conocer otra gente, hacían de ir a sextear un estupendo pretexto para salir de casa y disfrutar de la ciudad incrustada en el valle de la Hermita.

Oxwell L’bu
Foto: Internet